sábado, 27 de diciembre de 2008

Salta...

Las primeras noches en Salta las paso en un hostel que me recomienda un turista al que asalto recién llegado a Salta, era un tipo etiquetado por una gran mochila que no engañaba, que escribía sentado en una mesita mientras esperaba, imagino, su autobús a qué sé yo donde. Me dice, con acento inglés, que él iba a ir al hostal Paila así que, sin mas referencias ni oprtunidades de conseguirlas tenía que confiar en el buen criterio americano, tiemblo. Los hosteles suelen tener cosas en común y alguno que otro destaca por algo. Los he conocido sucios,ruidosos, acinados y hasta alguno agradable pero este además contabacon la figura de lo que creí el dueño de la posada , que dormía como uno mas, aunque muchas mas horas, en el dormitorio. Se aseaba en los baños comunales y se paseaba toalla en cintura henchido por muchos años de cerveza. Su barba y sus formas no me gustaban y la única vez que se dirigió a mi fue para preguntarme, con voz ronca y directa algo asícomo ?que tal Zapatero?, como si fuera colega mio... y siguió diciéndome que lo unico que le gustaba de España era Mondragón ?loconocés? y se va sin esperar respuesta. "Lo conozco" me contesté.

Me cambio de hostel y, siendo dias la natividad del Señor, merecía la pena echar la casa por el hueco del ascensor y pagar 35 pesos por una habitación para mi solo. La habitación del Paila me costaba 20 pesos (4,3 euros) pero estaba dispuesto a pagar un 70% mas por dormir unos dias sólo.



No sé mas de arte que lo que fingí conocer en los diferentes cursos que me fueron aprobando, Nada profundo y en Salta lo que se ofrece es turismo religioso,que llaman. Sin un buen intérprete que me guíe el pensamiento me planto delante de las fachadas de las iglesias de la ciudad y me quedo mirando como las vacas ven pasar el tren. Estilo colonial imagino, aunque aquel comentario era tan pobre y tan soso que no me lleno nada. Estaba delante de una iglesia roja, amarilla y blanca (discretito si) con una enorme inscripción que abrazaba el entablamento de forma que te obligaba a seguir la fachada para poder leerla entera.





El dia 24 diciembre decidí salir a quemar la ciudad, cené pronto, (luego sabré que era mas pronto de lo que creía) me tomé dos cervezas y me fuía la zona de marcha que queda próximo a mi nuevo hogar. La ciudad estaba concentrada en tirar petardos delante de sus casas. Los niños disfrutaban mas cuanto mas grande era el ruido y se sentían apenados cuando la mecha se apagaba sin resultado alguno, no acabo de entenderlo. Hice tiempo y pregunté a un gorila que custodiaba la puerta de un boliche a qué hora se animaría la zona. Hasta un par de horas después me aseguró que no iría nadie, dos horas!!!, pero si eran las 23!!!. Me vuelvo a la residencia, resignado y me pongo a ver la tele sentado en el recibidor mientras el recepcionista celebraba con los de allí su particular noche. Me tragué un recital de Raphael que me deleitó con sus mejores hits: "que sabe nadie", "escandalo" y otros de los que no sé el título consiguieron apagar la antorcha con la que pretendía quemar Salta. Guardé mi camisa arrugada para un mejor momento y me metí en la cama, mi reloj marcaba la 1 y seguía sin haber movimiento en la zona.

Salta queda encajada en un valle rodeado de montañas. Al este está el Cerro de San Bernardo que me ha estado mirando desde que llegué a la ciudad. Hasta la cumbre se puede ascender por un teleférico o andando por una escaleras que te conducen desde la ciudad. Como el 25 no había quedado para comer con nadie pensé que era un buen dia para conocer el cerro. Por supuesto el teleférico no era una opción para mi. Busco las escaleras y termino donde lo hace también el asfalto y comienza una pequeña senda construida por la costumbre. "si hay un camino es que el final es interesante para alguien" pienso, y me adentro por el caminito rodeadode árboles. Pensé que podría haber serpientes y paro de inmediato mis piernas con la esperanza de que la sensatez me siguiera. Como no vino continué evitando ramas y mirando cuidadosamente mis pasos, levantando la vista únicamente al parar, cosas de Boy Scout. Me sentí aliviado alpensar que estoy vacunado contra la rabia. El camino resultó llevar aninguna parte, quizá fuera ese final la sala de curas de los adolescente que juegan a los médicos. Desando lo caminado y pregunto por el principio de las escaleras que me llavarían al cerro. Al llegar un cartel me da la bienvenida: "A la cumbre 1.070 escalones", no me lo pienso. estoy subiendo por un parque natural y la mano del hombre se nota sólo en la construcción de unos escalones cómodos, de amplia e irregular huella, construidas con piedras de la zona. Periódicos murales van narrando el martirio de Cristo, a modo de cómic macabro, desde el despojo de sus vestiduras hasta el descenso de la cruz recibido por María Magdalena (supongo). Cada uno de ellos queda completado por infinitos grafitis a rotulador en los que se declara de forma bilingûe amor de un adolescente "Listsen Pancho: te amo" o se publicita una tienda: "Produxtos Mendoza". Termino de pisar los anunciados 1.070 escalones y descanso, empapado en sudor. El mirador lo preside una gran cruz de madera ultrajada con bajorelieves a navaja y una estatua homenajea a San Bernardo. Me llama la atención un sencillo reloj de sol con una tablade interpretación donde se indica, en función del dia presente, los minutos que hay que sumar o restar a la hora indicada. Casualmente el dia 25 no hay que ajustar lo marcado de forma que la hora que indica esla real del momento. Decido comprobarlo y saco mi teléfono móvil de última generación que me indica las 14:30. Me decepciono con el invento aunque pregunto la hora a un señor que pasea por allí. El hombre, entre extrañado y orgulloso señala el reloj de sol y me dice "la 13:30, ?no lo ves?" y me sañala la sombra reveladora mientras cuenta las rayitas. Un poco avergonzado recuerdo que Argentina no es unánime en los cambios de horario de verano y que en Salta, efectivamente, cuenta una hora menos en sus relojes. A veces hay que subir una colina de 289 metros para descubrir que llevo tres dias viviendo una hora adelantado.

martes, 23 de diciembre de 2008

Adios Puerto Iguazú.


Puerto Iguazú es un continuo derroche de recursos. La naturaleza aquí parece tener superhábit y no duda en mostrar su riqueza. Las mariposas cuentan casi un palmo de envergadura, las plantas germinadas exhiben pequeños sacos bermejos, como embriones de una especie alienigena en son de paz y los parientes argentinos de los grillos chillan como urracas un estridente "si, si, si, si" que se repite de una zona a otra como si de una acalorada discusión entre vecinos se tratara, no contaré nada de las cucarachas por no estropear lo anteriormente dicho... El turista aquí ha de estar acorde con el medio. El derroche de dinero está en consonancia con el medio y la cartera no termina nunca de cerrarse . A pesar de esto, dormir me ha costado 35 pesos la noche (4,7 €/peso) pero mi cabeza ya cuenta en pesos y esto me resulta caro.

Estando aquí la visita a las cataratas es imperativa. Pago 60 pesos el primer día y otros 30 (promo especial) para el segundo ya que me quedo sin batería en la cámara. Se puede hacer en un día pero el pretexto de la batería me regala un dia mas en el paraíso. Ciertamente es un parque temático con todas las facilidades. Una pasarela metálica me conduce por la ruta sin dejarme pisar la selva. A ambos lados, inaccesible por una barandilla, se encuentran los habitantes originarios del parque, enormes lagartos parecen posar inmóviles por segundos y pájaros negriazules de ojos asustados observan en todo momento a los visitantes. Los Coatíes aqui son como las meigas... haberlas hailas pero no los ví.

En alguna parte del recorrido hay un cartel que explica la carencia de sales minerales en las selvas tropicales y cómo diferentes coleópteros y preciosos lepidópteros se acercan a pasamanos, mesas y otras suertes de mobiliario urbano, cual abrevadero, en busca del sudor de nuestras manos, rico en las sales minerales que nos sobraron del Aquarius de por la mañana. Leído esto la mentalidad del turista cambia y olvidan sus escrúpulos dejando que los bichitos se posen en sus sudados brazos y desplieguen su lenguas. Esto me ha pasado a mi que, recién leído el cartel, he permitido que un desconocido y horrible bicho, o una enorme mariposa, se pose en mi mano mientras observo su inocuo comportamiento. Compruebo realmente contento que el "síndrome del cartel explicativo" funciona con casi todos nosotros que dejamos atrás manotazos por miedo a picaduras y nos fascinamos viviendo en simbiosis con la naturaleza. De las cataratas que decir, todo se queda pequeño, te sientes diminuto. Dicen que aquí vienen turistas a suicidarse en una media de tres por año. Se alojan en el Hotel Sheraton *****, en el propio parque y se van, sin pagar, rio abajo. Es muy triste, sin duda, pero tomada la decisión entiendo que este sitio sea la elección para llevarlo a cabo, no sé cómo explicar esto sin preocupar a nadie.

Vistas las cataratas decido seguir mi camino, sin prisa, con algo mas de mes y medio antes de tener que partir a Nueva Zelanda. Hoy es 21 de Diciembre y las navidades llaman a las puertas de la nostalgia y he de decidir dónde quiero llorarlas. Busco un billete para Salta pero me encuentro con la decepción del "completo" en los colectivos. La solución pasa por Santiago del Estero" y un bere me empuja a comprar cualquier pasaje para salir de Iguazú. A media hora de mi partida me arrepiento horrores de mi impulso pero ya es tarde. Antes de partir, en una de esas conversaciones con el francés de la guitarra y el omnisciente argentino me entero de que existe un mirador por el que me intereso. ¿no conoces el "Hito de las tres fronteras"? me dicen... A media hora de la partida de mi bus me entra un coraje enorme al enterarme de que, a pocos minutos en bici de mi hostel, existe un punto único en el mundo donde un río delimita tres países: Argentina, Brasil y Paraguay. ¿¿¿Es que nadie vio mi careto de ignorante y tuvo a bien decírmelo???, Me tengo que ir!!!! Hago números y corro a las estación para intentar cambiar el billete pero las trabas y el reloj me lo ponen muy complicado. He de subir al autobús.


Me preparo a pasar otras 17 horas sentado, ya estoy acostumbrado a dormir mecido por el camino. Tantas horas en autobús me han enseñado a colocarme el pequeño cojincito que la empresa facilita y he aprendido también que en el autobús hace frío por lo que la toalla siempre ha de quedar a mano.

Paramos en el camino. "Cambio de conductor" me dicen. Aprovecho para estirar las piernas, pasear un poco y liberar los gases que llevan horas pidiendo paso. Aprendida la lección de Copiapó, dejo la mochila pegada a la ventanilla y no la pierdo de vista. Siento un mareo extraño cuando piso por fin mis chanclas. Mi cabeza sigue compensando un movimiento inexistente como la resaca al desembarcar tras horas de oleaje.

La estación no anuncia por ninguna parte el pueblo en el que me encuentro y he de deducirlo en la leyenda de unos toscos y pueriles souvenires: "Recuerdo de Chaco". Sonrío pensando que eso podría ser fruto de un alcalde ególatra llamado Chaco que manda saludos a los visitantes. Miro a mi alrededor. Me fijo en la gente que espera su futuro inmediato. "Somos diferentes", pienso. Miro a mis compañeros de autobús, afeitados, con pantalones cortos y camisetas de algodón de marca a la moda del turista y los comparo con los habitantes de allá. Ellos tienen la mirada embrutecida del iletrado, faldas de hilo estampadas hace ya muchos años y camisetas también de algodón aunque esta vez la marca que llevan suele ser de algún lubricante o marca de tabaco.

Llego a Santiago de Estero. Lo que veo en el camino no me seduce nada. Las infraviviendas proliferan por todas partes, caos y pobreza. Me habían anunciado que Santiago no tiene mas que vinos, buenos, dicen. Llego a la terminar y me siento a esperar mi conexión a Salta. Me anuncian que el autobús viene "demorado" y me acuerdo del chiste: "que bonito" pienso y sonrío. Los treinta y cuatro minutos prometidos se convierten en dos horas. La espera es desesperante en una estación tan moderna que está inacabada, al estilo Aguirre. En este tiempo estoy tentado de coger otro autobús de vuelta a Iguazú pero tendría que esperar dos días en aquella ciudad decadente así que decido darle una oportunidad a Salta. Desde allí deshacer el error me costaría unos 90€ y tres dias. No puedo permitírmelo. Por fin llega el autobús.

Mi ropa apesta después de días absorbiendo mi sudor. Yo trato de ducharme todos los días, (lo prometo Papá) pero de nada sirve si lo que me viste huele a vestuario de equipo local. Llevo cinco días preocupado por el hedor que despido pero al subir al colectivo la bofetada de olor me estremece. Me siento como un ambientador de pino y decido pasearme por el bus para envidia de los pasajeros que, sin duda, agradecen mi entrada.

Llego a Salta a las 2 de la mañana y un taxista me lleva al Hostel Paila, en la calle Córdoba. Le pregunto por el camino qué se puede hacer en Salta y me dice que hay inumerables cosas que hacer. Me comenta que hay señoritas muy limpias trabajando en el parque y el eufemismo me hace sonreir, pensando en esforzadas barrenderas acondicionando la plaza para el dia siguiente. Duermo.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Puerto Iguazú.



Imagino que es necesario estar rodeado de turistas y pagar todo mas caro a cambio de ver las Cataratas, me resigno y asumo mi papel aunque me moleste, al fin y al cabo yo soy uno mas. Al llegar busco un hostel económico y esto hace que me encuentre con un millón de viajeros que tuvieron la misma idea. De toda la oferta no se me ocurre elegir otro que el llamado "Iguazú Falls" que, como no, esta poblado de holandeses, japonese, franceses y yo, que completo la sopa. Me instalo y salgo a pasear por el pueblecito que ha perdido sus raices y se ha adaptado a la afluencia de extranjeros, haciendo del turismo su única fuente de ingresos.

En este tiempo de viaje ya me ha dado tiempo a aprender unas cuantas cosas. Lo caro no es lo que cuesta mucho dinero sino lo que se puede encontrar mas barato. Me siento en una terraza y pido una Quilmes con lo que me sirven un litro de cerveza, muy normal en Argentina. Después de cumplir con la botella (mi madre me enseño a no dejar nada en el plato, vasos incluidos) pido la cuenta y pago los siete pesos y medio que me piden. Con el bolsillo hecho a pesos pienso que es carísimo pagar un euro y medio por una refr

escante cerveza, en una terraza mientras diferentes mariposillas me amenizan el trago. La proxima la compro en el super a tres pesos, unos ochenta céntimos de euro.

Decido ir a las cataratas al dia siguiente así que me pongo el despertador tempranito, a las 8. tomo el desayuno cutre incluido en el precio, consistente en un café aguado, panecillo con mantequilla y panecillo con dulce de leche

y salgo a la terminal de autobuses donde compro el boleto de ida y vuelta a la entrada de las cataratas, 10 pesos en total, un robo. Una vez en las cataratas me doy cuenta de que me he dejado la cámara en el hostel, mierda!!! y sin bajarme del autobus vuelvo a la terminal a por la cámara y a pagar otros diez pesos (que robo!!!, reitero) para volver a la entrada. El conductor era bastante majo y pienso que, solo por la conversación con el conductor en el camino de vuelta, había merecido la pena olvidar la cámara. Me cuenta orgulloso que el lado argentino de las cataratas es mas bonito que el brasileño, dónde va a parar!!! y que los americanos están como locos por establecer una base cerca de Igua

zú porque han descubierto la mayor reserva de agua del mundo a unos metros de profundidad.

Vuelvo a la entrada del parque temático en el que está convertido la selva de las cataratas y pago religiosamente los 60 pesos (22 euros). Empiezo la ruta. Es un recorrido muy cómodo que cuenta con un trencito que te acerca a las principales vistas Una vez allí un caminito de pasarela evita en todo momento que pises el suelo de la selva. Únicamente en algunos tramos tomas realmente contacto con el suelo pero éstos se limitan a escaleras artificiales y jardincitos con terraza para tomar un refrigerio, descansar un poco y aprovechar para ir al baño. La presencia de algún animal exótico viene señalada inequivocam

ente por un visitante señalando al suelo. Si te acercas puedes tener la certeza de que habrá un lagarto de unos cuarenta centímetros, un pájaro negro y azul, o, con muchísima suerte, un coatí pachón esperando ese trozo de bocadillo al que renunciarias si él se acercase. Los lagartos también saben de la contraproducente generosidad del turista así que a la hora de comer se acercan allá donde haya un guiri almorzándo y tratan de morderle la zapatilla si lleva, no me preguntes por que lo hacen, igual han probado alguna vez un dedo gordo de un ingles con calcetines.

El paseo por el parque es sobrecogedor.

grandes saltos, indescriptibles vistas, vèrtigo... En algunos puntos la sensaciòn es de admiraciòn, reflexiòn ante la magnitud del fenòmeno la bofetada de humildad que deberìamos sentir todo ante estas muestras de la naturaleza. En los videos que os he grabado repito unas treinta mil veces "esto es increìble" y èsto es en parte por mi falta de locuacidad y en parte por lo indescriptible del momento.


viernes, 19 de diciembre de 2008

Adios Buenos Aires...


Parto de Buenos Aires con la embustera sensaciòn de conocerla como quien creció entre porteños.
Termino mi estancia aqui como la empecé, ejerciendo de guiri mimetizado entre belgas, fraceses y algún que otro japonés incapaz por su propia fisionomía de expresar asombro ante el maravilloso rio de La Plata.

Decido pagar por relajarme y agarro (hace tiempo que no cojo nada) un tren cuyo nombre ya anuncia la ausencia de lo auténtico. "El tren de la costa" me lleva a Tigre, al norte de Baires, donde el rio Panamá cambia su nombre cediendo el honor al rio de la Plata. Allí tomo un superturístico catamarán que, durante dos horas, me dará un paseo por el delta sin poder evitar envidiar a los habitantes de cada una de las parcelas que saludan al rio. Cada una de ellas con un "elevalanchas" que es como el garaje para las embarcaciones. Paso dos horas paseando y admirando el rio.

Al desembarcar me entra hambre y decido comer en un kiosco hamburguesería que queda delante del McDonalls y donde, por 5,50 pesos (no llegha a 1,5€), me sirven en plena calle una completa con jamon y queso con un vaso e Coca Cola (por un pesillo mas). Decido volver a Retiro, la estación de autobuses para esperar allí mi bus a Puerto Iguassú.

Me voy de Buenos Aires incumpliendo el deber del viajero de mejorar en lo posible el sitio que visita. Esta ciudad es muy muy bonita pero no escucha, ni siquiera a sus propios habitantes. Tengo muchísimo que enseñar y que aprender pero es ardua la tarea y escaso el tiempo. Por otra parte ellos mismos saben en lo que cojean y te lo cuentan con resignación y orgullo por la maravillosa tierra que pisan gobernada por piratas sin vocación política. Marcho habiendo arrancado, si acaso, alguna sonrisa a algún niño, muy a mi pesar, por unos pocos centavos de peso y sabiendo que quien me conoció no tardará en olvidarme aunque recordaré cada segundo que respiré en esta ciudad.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Ahora empieza mi viaje...

Sole despegó ayer para Españay me deja tristeza y miedo como si aún estuviera por partir de Madrid. La Soledad que se acaba de ir me deja una infinitamente mas amarga.
Ha sido mi anfitriona, Lonely Planet de Buenos Aires y de Azul, compañera en la batalla por agotar el Fernet o la Quilmes. Ha sido mi maestra en el difícil arte de armar mochilas, mi consejera y mi lázaro.
De Buenos Aires he visto lo que vine a ver y a disfrutar y que no aparece en ninguna guía turística. He conocido el parque donde jugaba, el piso de su amiga, en la planta veinte de un edificio próximo al suyo, la puerta del edificio donde creció, la casa de su abuela. Me ha presentado a su tía, a sus amigas de desmadre y a los de la facultad. Me ha metido en casa de su madre, elegante señora, apurada por ser mi reino su peor habitación. He podido saber cómo se vive aquí y esto es lo que un turista suele perderse.
En Azul conocí a su familia paterna. Tuve la tremenda suerte de llegar pocas horas antes del cumpleaños de su hermano pequeño y celebrar con ellos su 14 cumpleaños. Por supuesto asado, chinchulines, chorizo y morcilla criolla y bife. Fernet por la noche y paseos. No se me ocurría nada mas que pedir.
Ahora, sólo en Baires, tengo que planificar el resto del viaje. En unos días saldré a Córdoba y de ahí a Iguazú, Salta, Jujuy, Bolivia, Perú, Machupichu incluído, y Santiago de Chile para atacar la segunda parte del viaje por Oceanía.
He pasado unas cuantas noches en el hostel Granados en San Telmo y quise cambiar de zona para conocer mas sitios. El Granados está bastante bien, muy amplio y con gente agradable. En Palermo encontré el hostel Casa Tomada y decidí quedarme al menos una noche y después decidir. En cuanto vi la cama ya tenía decidido que sería la última y después de acompañar a Sole al aeropuerto me metí en mi casa provisional. Los mejicanos cantaban rancheras a dos metros del living mientras un uruguayo le enseñaba, vía YouTube, un concierto de los "no te va a gustar" a un brasileño y un chileno intentaba escuchar algo de una peli en inglés subtitulada. Todo esto sucedía a oscuras, normas de la casa, para no molestar a los que estábamos en la habitación intentando dormir.
El hostel estaba regentado por un argentino peronista, maradonista y devoto de la virgen de los remedios que decidió usar cualquier retal de periódico donde aparecieran cualquiera de los anteriores para empapelar la casa haciéndola de alguna forma temática: Yo dormía en la habitación del fútbol donde, detalle conciliador, figuraban los banderines del Boca y del atlético de no sé qué, rival de este último, así como Maradona en distintas posturas y en diferentes regates. La habitación donde tenía designado mi armario era de tema revolucionario. En este ambiente estaban tanto las fotos de la bella Perón como de su marido en diferentes momentos de la historia. El omnipresente semiperfil del Ché Guevara daba la bienvenida en la puerta y encima del cabecero de una de las camas estaba la foto del cadáver de este, mártir de la revolución, mas macabro no me podía resultar. La virgen presidia el patio de fumadores en un mosaico de azulejos, bonita obra aunque un tanto inútil.
Ahora me he trasladado al Amasoho que queda en Darragueyra con Guemes y que me cuesta 32 pesos por noche (unos 8euros) compartiendo habitación con otros cinco tios. Me voy a tirar toda la tarde planeando el resto del viaje. Ya contaré.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Domingo en Buenos Aires...


Los domingos, los del hostel donde me alojo tienen la deferencia de retrasar la hora del desayuno a las 11 de la mañana así que me he levantado sin el estress que supone llegar al comedor antes de que este cierre sus puertas. Terminado el café con bollo y zumo de naranja aproveché que es dia de descanso para echar el dia a los perros y ejercer de guiri.






El hostel queda al lado de la calle Defensa que une la plaza de San Telmo con la de Mayo y coincide que los domingos se instala un mercadillo tipo rastro pero con mucho mas encanto, donde alternan los puestos de artesanía con los de antigüedades, curiosidades y los de "esto me sobraba por casa" que también los hay. Cada pocos pasos se tercia una parada para ver a diferentes artistas que exponen sus performances, titiritéros de desmesurado talento conviven con parejas de argentinos que improvisan una milonga invitando a los presentes a participar del evento. Personajes al uso imitan la estética y las formas de Gardel, micrófono en mano, escondiendo un viejo radiocassette que canta por ellos los hits del argentino mientras pocos metros mas ashá una banda de siete miembros, piano incluido, consigue detener, con un tango desgarrado, a los transeúntes que pese a la admiración, no hacen sonar el bote que precede al grupo aunque sí sus propias palmas, entendiendo quizá que esta noche los músicos se iban a hartar de palmas en la cena.




La comida, como no podía ser de otra forma, consistió en carne, y que carne), del famoso corte argentino: Vacío, con patatas fritas y cerveza 50 pesos (10€) a pagar entre dos.




Seguimos la calle defensa cruzando la plaza de Mayo y nos metimos en la calle Florida, repleta de tiendas de marca que anuncian descuentos y promociones por navidad. Lo de la navidad en verano me va a costar algún tiempo asimilarlo. Me gustaría saber si aqui Rodolfo el reno también tiene la nariz roja y si Papa Noel viene con sus hábitos islandeses...

Retales de viaje...

Empiezo este blog con retraso y con ansias de plasmar todo el viaje hasta aqui.

Intento tirar de recuerdos y ordenar mis ideas para plasmar los cuatro, seis, diez o veinte imágenes que tengo grabadas en la retina de esta primera semana sin vosotros. Me viene a la cabeza cuando estaba en Victoria Station con mi mega mochila, excesiva ahora sé, paseando y matando esos segundos que el reloj iba poniendo delante de mi. De capullo pueblerino debía de ser mi cara para que una furgoneta parara al lado de mi y me preguntara si necesitaba trabajo, cual recien llegado en busca de El Dorado. No sé, hay veces que sabes que estás a punto de meterte en un lío y esa era una de ellas. por supuesto no estaba buscando trabajo pero la insistencia de ese tipo era sospechosa. Decidí marchar a Heathrow.

Ya en Lima, y asentado en un Hostel de backpackers regentado por un idealista peruano, conocí a la vecina de este, que hizo las veces de guia turística y que me enseñó algunos rincones interesantes del barrio de Magdalena, buenos sitios para comer y charlas interesantes.

De camino a Tacna la monotonía del desierto se repetía incluso en las botellas de plastico vacías que algún pasajero de algún autobús había deshechado por la ventanilla de este, y que espontáneamente se orientaban todas en dirección del viento, indicando con el tapón la dirección en la que éste venía. En medio de la absoluta nada, a la vereda de la carretera, había un tipo mísero, con pinta de ído, alocado y en pelotas que desafiaba al autobús gritando los dos segundos que éste tardaba en pasarle por delante. Me dió la impresión de que este personaje se creía victoriosos viendo como el colectivo huía de sus dominios asustado, pensaría, ante su imponente figura. Pero, ¿de donde salía este Rey de la nada?, ¿como subsistía?, son cosas que jamás entenderé.

Desde Santiago de Chile el autobús enfiló los Andes. Se veían al fondo de la carretera y no paraba de preguntarme cómo pretendía el chófer cruzar semejante mole de piedra. La ascensión se inicia suavemente hasta que los ingenieros de caminos se cansaron o bien empezó a escasear el presupuesto y es cuando empieza un zig-zag de curva y contracurva que escala la cordillera como una enorme escalera para vehículos, paralela la ladera. Mientras alucinaba con las vistas que se me iban presentando me descubrí acelerando mi respiración, notando el descenso en la densidad del aire y la escasez de oxígeno. No es sugestión porque no estaba pensando que esto me pudiera pasar. En no mas de una hora y media pasamos del nivel del mar a 2.700 metros sobre éste.



Ya debería estar acostumbrado por el trayecto norte-sur por Chile pero había algo que se repite en Agentina, pasado Mendoza, y es la perfecta rectitud de sus carreteras. Delante del autobus se veía, como hecho con una gigantesca regla, la interminable carretera que queda por recorrer, sin la gracia de una curva que le de un ápice de interés a conducir por esos lares. Sin duda ser conductor de autobús debe de ser de los trabajos mas aburridos que existen por aqui, con un limitador de velocidad programado a 100 km/h y con un chivato a la vista de los pasajeros que delata el exceso de velocidad si éste se produjera.

Notas del viaje...

Llegamos en el mismo autobus desde Arica a un pueblo llamado Copiapó y el revisor canta "salida siete quinceeeee, salida siete quince" y como eran las cinco decidí estirar las piernas y visitar este encantador pueblecito. Dejé mi mochila en el bus sin nada mas que ropa (pensé) y los cargadores de móviles y demás cables. Estuve ojeando unas gafas de sol y descubrí gratamente que comparto el mismo tabique nasal que los herederos indígenas y que aquí, por fin, encontraría unas gafas de sol que me sentaran bien. Las necesitaba para controlar un poco mejor las situaciones en una estación, ver sin ser visto y además por el Sol de estos lares. Finalmente no me compré ningunas por falta de cambio así que seguí paseando. Ya cansado volví a la estación y busqué mi bus: este nooo, este tampoooco así que seguí esperando a la hora de partida... mientras pensaba que fué un error dejar la mochila dentro aunque no tuviera casi nada. En realidad si que tenía, tenía mi documentación española, las tarjetas, un libro y mi cuaderno de viajes (gracias Diana) donde había guardado un dinero. Me empecé a poner nervioso.
A las 19:19, viendo que no había movimiento de ningún autobús cama como el mio le pregunté a un vigilante de seguridad que me respondió que ningún autobús salía a las 19:15 y que preguntara en taquilla. Con cierto ataque de ansiedad me fumé a los treinta chilenos que disciplinadamente aguardaban cola y le pregunté, boleto en mano, al de la taquilla. El tipo me miro con media sonrisa y me dijo que mi bus salió a las 5:15...
LECCIÓN 1: Si un chileno dice 7 puede ser 7, 17, 677 o 330.327 porque únicamente dicen las dos últimas sílabas de lo que quieren decir. Mi autobús salió a las diesisiete quinse y a las siete quinse estaba yo desesperado sin mi mochila y delante de una taquilla esperando que el tipo que tenía delante fuera mínimamente resolutivo. Efectivamente lo fué y además, sin perder su insultante sonrisa me reubicó en el de las 21:00 haciendome incapié en que era a las NUEVE (sonrisilla en comisura), y que mi mochila quedaba en consigna en Santiago. Todo en su sitio, la mochila estaba y creo que no falta nada al menos de lo importante, parece mas reducida asi que descubriré con mas calma que alguien decidio ordenramela. Parto a Buenos Aires con las lecciones aprendidas.

Suena muy muy raro los villancicos a pleno sol y con chanclas... de hecho todo, excepto el clima, todo es igual. El árbol de navidad imita a un pino o un abeto que os aseguro que no abundan por aquí y de él cuelgan pequeñas botas rojas de Papa Noel. Los villancicos son los mismos que los nuestros (aunque sólo dicen las dos últimas sílabas de las palabras), y los belénes son pequeñas réplicas de lo que debió ser el famoso pesebre, todo igual que nosotros pero si antes me costaba creerlo ahora os podéis hacer una idea. He indagado sobre esto y a pesar de ser profundamente católicos en su mayoría lo que celebran es el Papa Noel, dejando la bajada de los reyes magos como algo anecdótico. Están chalados...

Mi viaje

Ya en Buenos Aires, después de perder la cuenta de cuántas horas he pasado metido en un transporte público..., te cuento:

Salí el sábado pasado de Madrid a las 15:20 y tardé mas o menos dos horas (creo) en llegar a London Gatwick. De London Gatwick cogí un tren a Victoria Station que se quedó con 45 minutos de mi vida, entonces se me hizo largo el trayecto... En victoria Station me quedé mirando internet y tomando una cerveza que ya, con los precios de España, no es tan cara. Cogí el metro a London Heathrow dando otros 45 minutos. Llegué a Heathrow sobre las ocho local e hice noche allí. Le gané la partida a los ingenieros que diseñaron unas butacas para NO poder dormir en ellas y yo lo conseguí, tengo ese don. Mas o menos 12 h en el aeropuerto. En Heathrow pillo un flamante 767 que me lleva a Lima. (9 horas.) En el aeropuerto de Lima me coge un taxi y me lleva al hostal indicado. Digo me coge porque el aguililla no me dió tiempo a protestar y no sé como me vi metido en un taxi negro. Durante el trayecto me taladra la oreja con el hostal que él conoce mucho mejor que el mio, ante mi tostudez me deja en la puerta de mi elección a la 1:30 de la mañana con un "que tengas suerte por estos barrios" (será hijoputa). (40 min.) En Lima pasé esa noche y la siguiente y a las 17:45 salí para Tacna. (20 horas) En Tacna cogí un coche particular que me cruzo la frontera hasta Ciudad Arica. (1 hora) A las 23:00 cojo un bus de Ciudad Arica a Santiago pasando por Antofagasta, Atacama y Copiapó donde llego a las 17:00. (17 horas) Salgo de Copiapó a las 21:00 y tras 12 Horas de trayecto llego a Santiago a tiempo, afortunadamente, de pillar el bus a Buenos Aires que ya había pagado. A las 10:15 cojo el bus a Buenos aires y llego, sábado siguiente a las 6:15 de la mañana. 20 horas. Siete dias despues de mi partida de Madrid, habíendo dormido en cama tan solo la noche de mi llegada y la siguiente, consigo un dormitorio común al de otras tres personas en Buenos Aires. Con la misma ropa de hace cinco dias, sin duchar, lavar dientes y contrariamente a lo que esperaba, con un estreñimiento de narices, que me vino bien para no contradecir las normas del autobus que prohiben expresamente "arrojar deshechos sólido por el escusado". A ver si consigo convencer a mi organismo de que ya puede, cuando él quiera, proceder a tal tarea. Son las 11 y me dan permiso para tomar posesión de mi habitación, sin mas preambulos y si me disculpas voy a ver si me cambio de calzoncillos.