domingo, 21 de diciembre de 2008

Puerto Iguazú.



Imagino que es necesario estar rodeado de turistas y pagar todo mas caro a cambio de ver las Cataratas, me resigno y asumo mi papel aunque me moleste, al fin y al cabo yo soy uno mas. Al llegar busco un hostel económico y esto hace que me encuentre con un millón de viajeros que tuvieron la misma idea. De toda la oferta no se me ocurre elegir otro que el llamado "Iguazú Falls" que, como no, esta poblado de holandeses, japonese, franceses y yo, que completo la sopa. Me instalo y salgo a pasear por el pueblecito que ha perdido sus raices y se ha adaptado a la afluencia de extranjeros, haciendo del turismo su única fuente de ingresos.

En este tiempo de viaje ya me ha dado tiempo a aprender unas cuantas cosas. Lo caro no es lo que cuesta mucho dinero sino lo que se puede encontrar mas barato. Me siento en una terraza y pido una Quilmes con lo que me sirven un litro de cerveza, muy normal en Argentina. Después de cumplir con la botella (mi madre me enseño a no dejar nada en el plato, vasos incluidos) pido la cuenta y pago los siete pesos y medio que me piden. Con el bolsillo hecho a pesos pienso que es carísimo pagar un euro y medio por una refr

escante cerveza, en una terraza mientras diferentes mariposillas me amenizan el trago. La proxima la compro en el super a tres pesos, unos ochenta céntimos de euro.

Decido ir a las cataratas al dia siguiente así que me pongo el despertador tempranito, a las 8. tomo el desayuno cutre incluido en el precio, consistente en un café aguado, panecillo con mantequilla y panecillo con dulce de leche

y salgo a la terminal de autobuses donde compro el boleto de ida y vuelta a la entrada de las cataratas, 10 pesos en total, un robo. Una vez en las cataratas me doy cuenta de que me he dejado la cámara en el hostel, mierda!!! y sin bajarme del autobus vuelvo a la terminal a por la cámara y a pagar otros diez pesos (que robo!!!, reitero) para volver a la entrada. El conductor era bastante majo y pienso que, solo por la conversación con el conductor en el camino de vuelta, había merecido la pena olvidar la cámara. Me cuenta orgulloso que el lado argentino de las cataratas es mas bonito que el brasileño, dónde va a parar!!! y que los americanos están como locos por establecer una base cerca de Igua

zú porque han descubierto la mayor reserva de agua del mundo a unos metros de profundidad.

Vuelvo a la entrada del parque temático en el que está convertido la selva de las cataratas y pago religiosamente los 60 pesos (22 euros). Empiezo la ruta. Es un recorrido muy cómodo que cuenta con un trencito que te acerca a las principales vistas Una vez allí un caminito de pasarela evita en todo momento que pises el suelo de la selva. Únicamente en algunos tramos tomas realmente contacto con el suelo pero éstos se limitan a escaleras artificiales y jardincitos con terraza para tomar un refrigerio, descansar un poco y aprovechar para ir al baño. La presencia de algún animal exótico viene señalada inequivocam

ente por un visitante señalando al suelo. Si te acercas puedes tener la certeza de que habrá un lagarto de unos cuarenta centímetros, un pájaro negro y azul, o, con muchísima suerte, un coatí pachón esperando ese trozo de bocadillo al que renunciarias si él se acercase. Los lagartos también saben de la contraproducente generosidad del turista así que a la hora de comer se acercan allá donde haya un guiri almorzándo y tratan de morderle la zapatilla si lleva, no me preguntes por que lo hacen, igual han probado alguna vez un dedo gordo de un ingles con calcetines.

El paseo por el parque es sobrecogedor.

grandes saltos, indescriptibles vistas, vèrtigo... En algunos puntos la sensaciòn es de admiraciòn, reflexiòn ante la magnitud del fenòmeno la bofetada de humildad que deberìamos sentir todo ante estas muestras de la naturaleza. En los videos que os he grabado repito unas treinta mil veces "esto es increìble" y èsto es en parte por mi falta de locuacidad y en parte por lo indescriptible del momento.


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