viernes, 19 de diciembre de 2008

Adios Buenos Aires...


Parto de Buenos Aires con la embustera sensaciòn de conocerla como quien creció entre porteños.
Termino mi estancia aqui como la empecé, ejerciendo de guiri mimetizado entre belgas, fraceses y algún que otro japonés incapaz por su propia fisionomía de expresar asombro ante el maravilloso rio de La Plata.

Decido pagar por relajarme y agarro (hace tiempo que no cojo nada) un tren cuyo nombre ya anuncia la ausencia de lo auténtico. "El tren de la costa" me lleva a Tigre, al norte de Baires, donde el rio Panamá cambia su nombre cediendo el honor al rio de la Plata. Allí tomo un superturístico catamarán que, durante dos horas, me dará un paseo por el delta sin poder evitar envidiar a los habitantes de cada una de las parcelas que saludan al rio. Cada una de ellas con un "elevalanchas" que es como el garaje para las embarcaciones. Paso dos horas paseando y admirando el rio.

Al desembarcar me entra hambre y decido comer en un kiosco hamburguesería que queda delante del McDonalls y donde, por 5,50 pesos (no llegha a 1,5€), me sirven en plena calle una completa con jamon y queso con un vaso e Coca Cola (por un pesillo mas). Decido volver a Retiro, la estación de autobuses para esperar allí mi bus a Puerto Iguassú.

Me voy de Buenos Aires incumpliendo el deber del viajero de mejorar en lo posible el sitio que visita. Esta ciudad es muy muy bonita pero no escucha, ni siquiera a sus propios habitantes. Tengo muchísimo que enseñar y que aprender pero es ardua la tarea y escaso el tiempo. Por otra parte ellos mismos saben en lo que cojean y te lo cuentan con resignación y orgullo por la maravillosa tierra que pisan gobernada por piratas sin vocación política. Marcho habiendo arrancado, si acaso, alguna sonrisa a algún niño, muy a mi pesar, por unos pocos centavos de peso y sabiendo que quien me conoció no tardará en olvidarme aunque recordaré cada segundo que respiré en esta ciudad.

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